Como enfermero, llevo años acompañando a pacientes y familias en momentos de incertidumbre, enfermedad y también recuperación. He trabajado en hospitales públicos, colaborado con centros privados y, sobre todo, he estado al lado de las personas en sus casas, cuando la atención se vuelve más íntima y las necesidades más evidentes. Desde esa experiencia, no tengo dudas: la combinación de sanidad pública y privada no es un lujo, es, muchas veces, una necesidad para garantizar una atención verdaderamente completa.

Lo público: nuestro pilar más sólido.

La sanidad pública es una de las mayores conquistas sociales. Nos da acceso a una atención médica universal, a tratamientos de alto coste, a profesionales entregados y a un sistema que responde cuando más se le necesita. Pero también somos conscientes ,los que estamos dentro, y cada vez más los que están fuera“, de sus limitaciones: demoras, listas de espera, recursos saturados, y una atención domiciliaria que, aunque valiosa, a veces no llega con la intensidad o rapidez que requieren algunas situaciones.

Lo privado: rapidez, refuerzo y personalización.

En estos vacíos es donde la sanidad privada puede jugar un papel complementario. No para sustituir, sino para agilizar pruebas, facilitar el acceso a determinados especialistas o permitir una atención más personalizada. He visto cómo, por ejemplo, pacientes que no podían esperar semanas por una resonancia, la obtenían en días gracias a su seguro privado. O cómo familias encontraban tranquilidad al contar con una enfermera a domicilio o fisioterapeuta de forma continua gracias a estos servicios.

Pero hay otro aspecto que, como enfermero, valoro mucho y que a menudo pasa desapercibido: la posibilidad de alquilar ayudas técnicas como camas articuladas, grúas o colchones antiescaras, elementos clave para cuidar en casa con dignidad y seguridad. Estos recursos, que a veces no llegan desde el sistema público o lo hacen demasiado tarde, pueden marcar una enorme diferencia cuando alguien sale del hospital o necesita una recuperación larga. Y es en el marco de seguros privados o servicios complementarios donde muchas familias logran acceder a ellos de forma rápida y eficiente.

La salud no espera.

Desde nuestra perspectiva como enfermeros, lo que más nos preocupa no es si un paciente elige lo público o lo privado, sino si tiene lo que necesita cuando lo necesita. Y eso, en el día a día, a veces exige mirar más allá de un único sistema. Porque hay cosas que no pueden esperar: ni un cambio postural en una cama adecuada, ni la movilización de una persona dependiente sin grúa, ni el diagnóstico precoz de un problema de salud.

Una visión práctica, no ideológica.

Defiendo la sanidad pública con convicción, y la considero esencial. Pero también defiendo, desde la realidad clínica, que tener acceso a servicios privados o complementarios puede mejorar mucho la calidad de vida del paciente y de quienes lo cuidan. Y como profesional sanitario, mi responsabilidad es decirlo claro: la salud se construye mejor cuando sumamos recursos, no cuando los enfrentamos.

Sanidad pública y privada no deben ser vistas como polos opuestos. Al contrario, bien coordinadas, pueden ofrecer a las personas lo que más necesitan: tranquilidad, acceso, dignidad y tiempo. Especialmente cuando la enfermedad llega a casa, y lo que hace falta no es solo una receta, sino un entorno seguro, cómodo y adaptado.

Francisco Caño. Coordinador de enfermería a domicilio en Málaga.